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  • Writer's pictureAngel Gracia

Mi Primer Recuerdo de Estar Vivo

Updated: Jun 28, 2018


El Guernica, Picasso


El 16 de Julio de 1936, estallò la guerra civil espańola.

Yo apenas tenía 4 ańos y mis padres me habían llevado a pasar unas vacaciones a la casa de mi abuela en Torre Velilla que era un pueblo cercano al mío que se llama Luceni. Mi primer recuerdo de estar vivo consiste en estar jugando con barro hecho de tierra y pipí que poníamos en una caja de fósforos para que se moldeara en forma de heladitos. También recuerdo estar en la cocina de mi abuela donde jugaba a que los platos eran volantes de carros y de vez en cuando me iba afuera a tirar piedras al río. Lamentablemente aquello duro poco porque la guerra estalló mientras yo estaba lejos de mi casa así que mis padres y yo quedamos en lados opuestos. Si hubiera sido mayor, supongo que me habría dado cuenta de que mis posibilidades de volver a ver a mis padres eran escasas, que mi país estaba a punto de ser totalmente diezmado, y que iba a pasar tres años sumido en la miseria. Pero mi pequeña mente solo podía reconocer el hecho de que estaba con mi querida abuela.



Haré un paréntesis para contarles que ella estaba casada con un médico que tenía la costumbre de comerse seis huevos al día (y cuya prematura muerte tal vez fue causada por esta práctica). Nunca entenderé cómo un profesional de la medicina podía considerar esa barbaridad una buena idea. Otros de mis primeros recuerdos consisten en ser obligado a tomar una siesta después del almuerzo y escuchar las conversaciones de los adultos al aire libre a través de mi ventana abierta. Yo los escuchaba todo el tiempo que podía hasta que me quedaba dormido. Un día, un verdadero misterio fue presentado ante mis ojos. Fuimos invitados a la casa de un amigo de mi abuela para cenar. Mientras las mujeres cocinaban, a alguien se le preguntó cómo quería que se le prepararan los huevos y la respuesta fue "una tortilla francesa, por favor". Esta fue la primera vez en mi vida que ví una tortilla. Había vivido cuatro largos años creyendo que los huevos solo podían freírse. ¿Cómo podría ser que tanto la tortilla de este hombre como mi huevo frito fueran la misma cosa? El huevo era un alimento realmente mágico. Había muy, muy poco que hacer. Era un pueblo minúsculo y estábamos prácticamente solos.

Volviendo a la guerra, recuerdo que recibíamos una carta de la Cruz Roja con actualizaciones sobre la situación dos veces al año, pero eso no era gran consuelo. La iglesia del pueblo se había convertido en el estacionamiento de los camiones rusos que apoyaban a los republicanos que estaban en contra de Franco que a su vez era apoyado por los nazis y fascistas alemanes.

Finalmente, un día, mi abuela dijo que íbamos a salir a caminar. No entendí por qué, fui sin quejarme. Cuando cruzamos un puente, nos encontramos con una mujer que caminaba hacia nosotros (y hacia nuestro pueblo detrás de nosotros). Ella dijo que iría allí para buscar refugio contra las bombas en el sótano de una tienda. Apenas unos momentos más tarde, después de que nos separamos y la dejamos atrás, una bomba cayó sobre su supuesto refugio y mataron a todos los que estaban allí. Nuestra extraña caminata, su propósito solo conocido por mi abuela, nos había salvado. Antes de que supiera lo que estaba pasando, ella me llevó a una cueva que estaba al lado de un río. Era una cueva que se usaba para la protección de los rebaños a los cuales ya se habían comido. Este hueco se convirtió en nuestro hogar durante dieciocho días mientras nuestra aldea pequeña y tranquila era bombardeada. Algunos refugiados anteriores habían dejado algunos colchones adentro, así que los presionamos contra la entrada de la cueva para evitar que cualquier metralla entrara e intentamos vivir lo más silenciosamente que pudimos.



El bombardeo era casi siempre durante el día, así que por la noche a veces me escapaba de la cueva y tiraba piedras al otro lado del río, ahogándome en el amado silencio. Pensaba en los huevos mágicos y las conversaciones en la planta baja y todas las cosas queridas que se estarían destruyendo en el pueblo cercano. No podía entender la razón de nada de eso, pero finalmente me di cuenta de que nada volvería a ser como antes. El bombardeo terminó después del decimoctavo día y la abuela decidió regresar al pueblo. Todo había sido vandalizado y destruido.

Nos pusieron a hacer fila sin saber para que, exactamente igual que los refugiados lo hacen actualmente. Han pasado mas de 80 años y esto sigue igual. Yo seguía de la la mano de mi abuela. Al entrar a la plaza de Alcañiz, ví a un hombre muerto tirado sobre el lomo de una mula que cruzaba la calle. Todavía me parece que lo estoy viendo. Entramos en un comedor de beneficencia donde innumerables refugiados estaban acurrucados juntos, comiendo lo que les dieran. Milagrosamente mi tía María estaba allí buscandonos. Ella tenía un puesto de enfermera en el lado nacionalista de Franco y tenía buenas conecciones. Nos llevó inmediatamente a buscar a mis padres. Al verlos me sentí como si los acabara de conocer en ese momento por primera vez. Me despedí de mi querida abuela y me llevaron a casa con ellos. Pero antes me dieron mi primer baño. Había pasado tanto tiempo desde que me había bańado que ni siquiera sabía lo que me estaban haciendo. Me subieron a una fuente donde fui enjabonado y pulido hasta que quedé como niño nuevo. Me vistieron con un pequeño traje de marinerito que me habían comprado y ya era una persona nueva, pero mi mente, mis recuerdos, nunca serían renovados.

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